El idioma japonés tiene una palabra interesante para el ser humano, el término es HITO, fonéticamente la palabra HITO está compuesta por dos sílabas HI que significa sol o fuego, y TO que significa espíritu o fantasma.
En otras palabras al ser humano se le denomina “espíritu de fuego”, espíritu porque se considera el cuerpo humano como una densa masa de energía, la temperatura de esta masa de energía fluctúa constantemente, que a su vez es diferente de la temperatura de todo lo que le rodea. Por eso se considera que los humanos pertenecen a los animales de sangre caliente.
El estudio del origen, estructura y función de esta “masa de fuego”, ha sido tema de todos los estudios fisiológicos orientales. Este fuego se crea en realidad por millones de pequeñas hogueras o fuegos, que en la terminología moderna se llaman células individuales. Pero dentro de este fuego principal se han reconocido tradicionalmente siete hornos de calor centrales, a estos se les llamó chakras —correspondiente a las siete glándulas principales—.
Es muy útil darnos cuenta que somos “una masa de fuego” porque la existencia de esta masa de fuego depende del combustible que le aportemos y de la frecuencia con la que le aportemos el combustible. El combustible es lo que llamamos comidas y bebidas, el aire que es aún más indispensable es el regulador para que este fuego arda.
El combustible ideal para nuestro fuego
Descubrir el combustible ideal para este fuego, cómo proveerlo y cuando, ha sido el estudio primordial de la visión macrobiótica de la vida. En realidad, la necesidad de determinar este combustible ha existido siempre desde la aparición de la humanidad sobre la tierra. Nuestros antepasados más primitivos tuvieron que decidir qué combustible usar para su existencia y así consideraron los siguientes factores:
- Combustible que quemara lento o rápidamente (polisacáridos o disacáridos); el que quema rápido comúnmente crea una temperatura alta por un corto periodo de tiempo, el que quema lento mantiene una temperatura estable por más tiempo. Esto lo convierte en más adecuado por múltiples razones, entre otras porque no se necesita comer frecuentemente.
- Elegían un combustible que con poca cantidad tuvieran una buena dosis de calor. Por esta razón la carne no fue elegida como fuente principal de sustento.
- También seleccionaban un combustible que pudiera ser almacenado largo tiempo sin que perdiera su integridad (cualidades nutritivas), considerando que entonces no existían neveras, químicos, pesticidas o conservantes químicos.
- Podían elegir entre combustible que creara vapores al quemarse y dejar luego residuos o combustible que quemara limpiamente y completamente sin producir residuos ni vapores pesados, por ejemplo, cuando usamos aceite como combustible principal y si este se usa a diario, tenemos percepciones nubosas, pensamientos no claros y sentimientos desagradables.
- Nuestro fuego se crea debido a siete hornos centrales, o siete glándulas o chakras, cada uno crea un tipo diferente de calor y necesita un combustible diferente.
- Si consideramos todos estos factores, es obvio que por ejemplo, el azúcar no es buen combustible porque se quema rapidamente, igualmente la carne no es un combustible adecuado porque se malogra deprisa, creando vapores tóxicos y desequilibrando.
- En la cocina macrobiótica, se utilizan alimentos que puedan ser almacenados facilmente, que quemen lentamente sin dejar residuos, y que sean suficientes en pequeñas cantidades.
Los alimentos como combustible
Estos alimentos son: cereales integrales en grano, legumbres, verduras de estación, vegetales marinos, semillas, frutos secos, fruta local de estación y una pequeña cantidad de pescado según la condición. Esta fue la dieta de la mayoría de los pueblos tradicionales a lo largo de la historia de la humanidad y que fue abandonada recientemente hace unos 200 años.
Si consideramos la forma de comer actualmente según la lista precedente está claro que las corrientes dietéticas comunes no son adecuadas y en algunos casos peligrosas. Algunos alimentos consumen nuestro cuerpo violentamente, e incluso explosivamente —esto puede manifestarse como ira, grito, sonrojo, etc.—.
Usualmente hacen consumir nuestro fuego de forma muy desigual, algunas veces fuerte, otras veces suave, y a menudo causan vapores pesados que cubren y obstruyen nuestras chimeneas —pulmones, vías respiratorias, piel—, además de causar percepciones no claras, emociones y pensamientos.
A menudo dejan residuos que se cristalizan en nuestros órganos de excreción, como cálculos renales, cálculos biliares, cálculos en los senos paranasales. Una dosis abundante de líquidos —agua, infusiones, zumos de fruta natural y fruta cruda— pueden ser responsables de debilitar o extinguir nuestro fuego.
Aún cuando consumimos buen combustible, debemos considerar cuando, cómo y cuánto debe proporcionar. Si vertemos demasiado combustible de golpe a nuestro fuego, podrá sofocarlo o crear vapores. Sin embargo, podemos revivir el fuego proporcionando suficiente oxígeno de modo correcto.
Así podemos ver que una gran parte de la patología humana podría ser entendida, corregida o prevenida fácilmente si hubiéramos continuado pensando de la forma ancestral. La medicina es en realidad muy simple si usamos nuestro pensamiento primitivo.