El consumo de carne a través de la historia
El motivo del consumo de carne ha ido cambiando a la largo de la historia, ha habido otros momentos en la historia de la humanidad, otras circunstancias, que en todo caso obedeciendo al sentido común y conciencia se comía carne o proteína animal como ofrendas en sacrificios religiosos, en épocas de frío extremo y fiestas especiales.
También el consumo eventual en las familias adineradas, especialmente en la época invernal, quienes comían las partes más apetecibles del animal y las vísceras se dejaban para los criados o servidores de la casa grande, o en todo caso para las familias menos acomodadas.
De cualquier manera, no sólo se comía carne en el día a día, se comía una gran cantidad de legumbres, semillas, granos enteros de cereales, verduras de estación y verduras en forma de encurtidos, incluso insectos y algunas frutas si el clima lo permitía.
El consumo de carne roja o el pollo no eran desmedidos, ni el eje central de las comidas, tampoco lo eran los batidos de verduras o las ensaladas crudas.
Cuando se consumía carne, la mesura marcó la pauta, incluso en las tribus caníbales se vivía el espíritu del ritual. El hombre consciente tuvo consciencia del espíritu de cualquier alimento que se moviera y tuviera vida propia.
Pero el abuso mecánico viciado nos llevó al desequilibrio casi irreversible. La salud, especialmente la mental, emocional y la física de los seres humanos se ha degradado, mostrándonos como reflejo la enfermedad del planeta.
Diferencias biológicas y anatómicas entre el cuerpo humano y el resto de animales
Analicemos las diferencias biológicas y orgánicas entre omnívoros, herbívoros y carnívoros para determinar por qué podría ser cancerígeno comer carne de la forma en la que se come en la actualidad.
Hasta donde sabemos, un animal es un animal, el que tenga una forma de vivir más digna y no se alimente de piensos compuestos, algo que debería ser un derecho mínimo, no hace que su estructura anatómica y molecular orgánica sea diferente.
Si analizamos el cuerpo humano por su morfología y anatomía, podemos comparar las características físicas del hombre omnívoro con la de los animales carnívoros, herbívoros.
Dijo Cuvier, conocido naturista francés: “Toda la estructura del cuerpo humano, hasta las más insignificantes particularidades, se ajusta a la alimentación vegetariana…”
Analizando la estructura ósea del hombre (omnívoro), de los animales herbívoros y los animales carnívoros, entendemos adecuadamente el tipo de alimentación que pertenece a cada uno de ellos.
- Los maxilares, sus formas, sus articulaciones y masticación demuestran que la mandíbula de los animales carnívoros está preparada para desgarrar y masticar la carne, mientras que la mandíbula del hombre no posee esta característica para el consumo de carne.
- De 32 piezas que tenemos los humanos en la boca, 20 son molares y premolares para moler el cereal, 8 incisivos para rasgar verduras y apenas 4 caninos que ni siquiera son puntiagudos.
- El estudio de la boca, del estómago y del hígado a la luz de la anatomía y la fisiología comprueban que la dentadura del hombre está preparada para el consumo de vegetales y cereales.
- Los mofletes, nos muestran claramente, como fuimos diseñados para masticar y nuestro sistema digestivo no está preparado para una normal digestión de la carne. Cuando comemos carne el organismo utiliza recursos valiosos propios para poder alcalinizar el cuerpo que entra en un rápido estado de acidez y toxicidad, utilizando, calcio, hierro, magnesio entre otros —minerales alcalinos—, si esta acción se repite diariamente terminamos con las reservas alcalinas y el organismo entra en crisis.
- Los animales tienen una temperatura superior a los 36º. Cuando comemos carne esta grasa se enfría o coagula dando como resultado el colesterol y las correspondientes enfermedades cardiovasculares.
- Muchas de las heces que se pudren en los intestinos, dan lugar a heridas y acumulaciones propicias para crear el cáncer, entre otras enfermedades leves o degenerativas.
- Los animales carnívoros como el perro, por ejemplo, poseen un hígado mucho mayor, en relación a su cuerpo, que el hígado del ser humano.
- Otra adaptación necesaria para una alimentación cárnica —que el hombre no posee—, es la extensión respectiva de los intestinos, los cuales, según Metchnikoff demostró, es corto en los carnívoros en relación a la longitud del cuerpo y mucho más largo en los animales que se alimentan de hierbas, e intestinos medianamente largos en los seres omnívoros, siendo este último caso el de los seres humanos.
- Los intestinos cortos de los carnívoros constituyen una protección parcial contra la absorción de toxinas de los residuos alimenticios putrefactos. En el caso de los omnívoros una longitud mayor de su intestino facilita una mejor absorción de nutrientes en los intestinos delgado y grueso.
- El ser humano omnívoro no tiene garras, transpira por millones de poros en la piel, suda mucho, los dientes frontales no tienen filo ni son puntiagudos, los morales son chatos para moler el alimento, las glándulas salivares están bien desarrolladas para digerir las frutas y verduras, la saliva es abundante y alcalina y contiene ptialina para ayudar en la digestión de los cereales, que no se pudren en los intestinos, se fermentan.
- El ácido clorhídrico del estómago del ser humano es veinte veces menos concentrado que el de los carnívoros, mastica como parte de su proceso de digestión, su intestino largo, es diez veces más largo que la medida de su cuerpo. Su materia fecal es voluminosa, evacua entre 6 y 8 horas después de comer, el organismo humano no tiene tolerancia al ácido úrico y a la urea.
- El animal carnívoro tiene garras, no tiene poros en la piel, transpira por la lengua para refrescar la piel, no suda.
- Los dientes frontales son afilados y puntiagudos, para desgarrar la carne, no tiene molares lisos, la apertura de la boca es muy grande, tiene glándulas salivares pequeñas, suficientes para su tipo de alimentación, tiene saliva muy acida no posee ptialina, su estómago segrega ácido clorhídrico que es muy concentrado para digerir cartílagos, músculos, nervios, etc.
- No mastica, devora en pedazos. Su intestino mide de 90 centímetros a 3 metros, para facilitar la evacuación de la carne que se descompone rápidamente. La materia fecal es dura, oscura y escasa y muy fétida, evacúa entre 2 ó 4 horas después de comer. Tiene mucha tolerancia al acido único y a la urea.
Respeto en las antiguas tradiciones por el consumo de carne
Si tenemos una mirada retrospectiva sociológica y antropológica, descubrimos que el consumo de carne por el ser humano en sus orígenes se hizo con un profundo sentido del respeto. La sabiduría de los aborígenes y tribus ancestrales en su inherente relación con el medio ambiente sabían que al matar y comer un ser viviente se absorbía el espíritu y cualidades energéticas del animal, lo que ellos llamaban TOTEM, de ahí los nombres de “gran ciervo “ “Toro sentado” entre otros.
Si tuviéramos en cuenta esta verdad universal “somos lo que comemos”, y lo es en el aspecto espiritual, físico, emocional y nutricional, pensaríamos más de tres veces el comer cualquier tipo de carne en los tiempos actuales.
Cerdos, reses, conejos y aves, de granjas industriales o ecológicas, al fin y al cabo son carne de animales en cautiverio, muchas veces esclavizados, presas del dolor y sin libertad. Alimentados, en el mejor de los casos, con piensos orgánicos de forma sistemática o pastando en espacios cercados, pero que intuyen su muerte con pánico liberando en sus microscópicas células en el momento de la muerte sustancias tóxicas como la putrecina, cadaverina, ácido úrico y adrenalina —por el miedo y aversión a su intuida y prematura muerte—.
En las granjas industriales de hoy en día, los animales están hacinados por miles, en sucios cobertizos sin ventanas, jaulas de alambre, jaulas de gestación y otros sistemas de confinamiento. Estos animales nunca formarán una familia, pisarán la tierra, construirán nidos o harán todo lo que para ellos es natural e importante así como lo es para nosotros, ¿qué espíritu estamos absorbiendo?.
En épocas predecederas, los animales también fueron sacrificados en ceremonias sagradas como símbolos de agradecimiento a la divinidad con la conciencia tácita del valor por la vida.
En España hasta los años 40 el consumo de carne tenía un ritmo orgánico, la matanza creaba un orden, la carne se consumía en pequeñas cantidades dosificada para todo el invierno y daba de comer a una o varias familias.
De nuevo el respeto y el sentido común creaba un equilibrio. Pero poco a poco el consumo desaforado dio lugar a lo que se llamaron las enfermedades de los reyes —que fueron sufridas por nobles, reyes y papas— y a que estas fueran sufridas masivamente, gota, bursitis, ácido úrico, colesterolemia, y otras que hoy afectan a 8 de cada 10 personas, sin contar con que el consumo de carne sea una de las primeras causas de desequilibrio medioambiental.
Un reciente informe de las Naciones Unidas titulado “La larga sombra del ganado” llegó a la conclusión de que comer carne es “uno de los dos o tres factores que más contribuyen a los problemas ambientales graves, a todas las escalas, desde la local a la global”. El informe revela que el consumo de carne produce cerca del 40% más de gases de efecto invernadero que todos los coches, camiones, barcos y aviones en el mundo juntos.
Vivimos un momento crítico, donde es necesaria una transformación personal, social y medioambiental y volver a la conciencia de que todo está interconectado.
¿Existe la carne ecológica?
Es verdad que ya existe un movimiento, aunque lento, pero en una dirección clara, donde diferentes grupos, dirigentes, empresarios y líderes abogan por una alimentación vegetariana. El único “pero” que agrego, es la reivindicación por grupos minoritarios con intereses económicos que insisten en que existe la carne ecológica, cuando el animal comiendo de forma respetuosa o no, necesita más de 15.000 litros de agua para producir un kilo de carne, y con la verdura que se le proporciona para producir ese mismo kilo de carne se alimentarían 100 familias.
¿Como podemos hablar de ecología así o de carne ecológica?. Si analizamos objetivamente el panorama del hambre en el mundo, la ecuación es muy zen, el 60% de la humanidad muere de hambre y el 40 % muere por el exceso de consumo de “CARNE”.
Actualmente vivimos en una sociedad que se parece más a una congregación depredadora carnívora. Los pueblos antiguos que desarrollaron una alimentación sin productos cárnicos fueron pueblos más pacíficos, y aquellos donde se comió más carne desarrollaron pueblos más materialistas y sanguinarios.
“Mientras existan mataderos habrán campos de batalla” Leon Tolstoi
Impacto energético de la carne en el cuerpo humano
Según Michio Kushi, la carne imprime una energía fuerte y densa, produciendo una energía yang extrema que se mueve hacia abajo e internamente en el cuerpo, mientras que las grasas del colesterol, los factores más yin se dirigen y acumulan hacia la periferia del cuerpo o al flujo sanguíneo.
- La carne produce en general dureza, densidad, rigidez, estrechez. La carne de res muy consumida por la sociedad moderna, crea una piel gruesa, correosa, una expresión violenta, mentalidad y conductas agresivas similares a las de un toro.
- La carne de cerdo produce una energía fuerte y agresiva, en especial en las piernas y partes bajas del cuerpo. Comúnmente resultan actitudes alevosas, desaliño y otras actitudes porcinas.
- La carne de cordero crea una energía más dócil, pero también promueve una naturaleza un tanto plañidera, conformista y ovejuna.
- La carne de pollo, agobia, ciñe y endurece el cuerpo, en especial los músculos, huesos y nervios. La parte alta de la espalda tiende a redondearse, los hombros se endurecen, mientras que su grasa se concentra alrededor de la garganta y cuello, causando probables problemas tiroideos, también problemas articulares que pueden llevar a la artritis. Un parpadeo excesivo, tics, crispaciones y otros movimientos espasmódicos acompañan frecuentemente el consumo prolongado de pollo.
Existen formas de proteína que son placenteras, nutritivas, no dejan secuelas en el planeta, en nuestra aura, en nuestros pensamientos ni en nuestro cuerpo.
Un buen ejemplo es la mezcla de cereales integrales y legumbres —arroz con lentejas—, seitan, tofu, tempeh o legumbres como los altramuces, los guisantes verdes secos que tienen una alta concentración de proteína.
Vivimos en la cultura de la proteína, con el mito de “necesito mucha proteína para estar sano”, en realidad la cantidad de proteína recomendada diariamente no debería exceder al tamaño de una cajetilla de tabaco, de 40 gramos y 70 gramos para deportistas, mujeres embarazadas y niños en edad de crecimiento, esa cantidad repartida en dos comidas.
En lo personal he tenido la oportunidad de crear la dieta para deportistas de élite, especialmente jugadores de fútbol de las ligas nacionales, también a tenistas y pilotos de fórmula 2 y fórmula 1. La sorpresa ha sido que con dietas bajas en proteína de origen animal y ricas en proteínas de origen vegetal con un elevado aporte de cereales integrales, tienen un funcionamiento optimo acompañados de más flexibilidad y menos riesgos de lesión, más focalización y genialidad.
¡Vale la pena experimentarlo!