Por Patricia Restrepo
Aunque se cuestionan múltiples consecuencias negativas para la salud derivadas del hábito de fumar como la disminución de los niveles de oxígeno en el organismo, subida de la presión arterial, aceleración del ritmo cardíaco y otros problemas cardiovasculares, problemas respiratorios, tos crónica, sinusitis, trastornos de las cuerdas vocales, ronquera, pérdida de la voz, trastornos pulmonares crónicos, cambios del humor corporal, amarillamiento de dientes y dedos, oscuridad cutánea, envejecimiento prematuro de la piel, infertilidad, entre otros.
Síndrome de abstinencia
No son justamente estas las razones más alarmantes sobre el tabaquismo, porque en esta civilización, polucionada, contaminada, con el uso de sustancias cancerígenas presentes en casi todos los alimentos y elementos desvitalizados de consumo diario, de la misma forma que por medio del tabaco, como por medio de cualquier otra sustancia consumida sin conciencia, se atenta contra la salud.
En mi opinión, el problema más profundo es la esclavitud que genera, y no precisamente la esclavitud del que fuma a conciencia y disfrutando, sino de quien desea con todas sus fuerzas dejar de fumar y se ve en medio de una batalla constante entre su debilidad incontenible y su constante vencida decisión de no fumar.
En este caso el tabaquismo compulsivo es más un síntoma, pero la solución no ha de ser sintomática o el tratamiento no será exitoso.
Por supuesto, que la nicotina, droga adictiva del tabaco va directamente el cerebro, donde de forma temporal sube el estado anímico y mitiga efímeramente la angustia; de la misma forma que socialmente es como un sofisma de distracción que disminuye la ansiedad. Pero si queremos ir a la raíz del tratamiento deberíamos eliminar todas las sustancias que nos generan adicción biológica y nos confieren una personalidad premórbida, como pueden ser las mucosidades, porque dejar de fumar no es sólo un logro racionalizado, es una transformación integral. Y para ello lo primero es transformar la sangre.
Si la sangre está viciada con sustancias que crean adicción, como azúcares simples, lácteos, chocolates, grasa; es esta misma sangre, la que llega a tu cerebro creando aún más adicción y empobreciendo la voluntad. Sin olvidar que para cambiar los hábitos no deseados hay que eliminar primero viejas memorias, viejos registros y justamente un cuerpo saturado de mucosidades, sobre todo por el consumo de lácteos, donde a las mucosidades que son de muy densa vibración, la nicotina se aferra. Esta memoria se hace latente, y el cuerpo siempre quiere más de lo que tiene, de lo que lo constituye.
A este nivel no hay juicio, estratagema por parte del cuerpo, si es adecuado o inadecuado, igual que a una persona adicta al alcohol, el cuerpo le pide más alcohol porque es lo que más abunda en su sangre y si no vamos a la razón bioquímica por la que este individuo quiere más alcohol, nunca tendremos un éxito rotundo con la desintoxicación.
Deberíamos, pues, eliminar alimentos adictivos, los que están camuflados y aceptados socialmente, y empezar a tomar alimentos íntegros no transformados, aplastados, refinados, pulverizados o muertos, sin la capacidad de germinar. Tomar verduras y frutas frescas de estación, fermentos naturales, y si ya no eres un lactante destetarte, no seguir mamando y empezar a utilizar la dentición y masticar alimentos para humanos (cereales integrales en grano).
Y es entonces, a partir de este cambio (a partir de transformar nuestra sangre), donde los tratamientos sintomáticos tradicionales, como la acupuntura, el shiatzu y otros pueden hacer que el éxito sea rotundo, acompañado de ejercicio consciente, yoga, respiración y meditación. Y sobre todo que te hagas libre, la libertad es un estado mental y cualquier hábito que te esclavice impide que desde la libertad realices el sueño para el que has venido.