¿Para comer carne existe alguna excusa medioambiental, nutricional o emocional?

carne

Paul Mc. Cartney lo resume diciendo “Si alguien quiere salvar el planeta, todo lo que tiene que hacer es dejar de comer carne”.

Esa es la cosa más importante que podría hacer, son asombrosos los logros con una sola acción: ECOLOGIA, ECONOMIA, ÉTICA, SALUD, AMOR.

Ha habido otros momentos en la historia de la humanidad, otras circunstancias que en todo caso obedeciendo a sentido común y conciencia se comía carne: como ofrendas en sacrificios religiosos, en épocas de frío extremo y fiestas especiales, y la mesura marcó la pauta incluso en las tribus caníbales se vivía el espíritu del ritual.

Pero el abuso mecánico viciado nos llevó al desequilibrio casi irreversible. La salud, especialmente la mental, emocional y la física de los seres humanos se ha degradado,    mostrándonos como reflejo la enfermedad del planeta.

Si analizamos el cuerpo humano por la anatomía (ciencia que estudia la constitución de los seres vivos), podemos comparar las características físicas del hombre con la de los animales carnívoros. Dijo Cuvier, conocido naturista francés: “Toda la estructura del cuerpo humano, hasta las más insignificantes particularidades, se ajusta a la alimentación vegetariana…”

Analizando la estructura ósea del hombre, de los animales herbívoros y los animales carnívoros entendemos adecuadamente el tipo de alimentación que pertenece a cada uno de ellos. Los maxilares, sus formas, sus articulaciones y masticación demuestran que la mandíbula de los animales carnívoros está preparada para desgarrar y masticar la carne, mientras que la mandíbula del hombre no posee esta característica.

De 32 piezas que tenemos los humanos en la boca, 20 son molares y premolares para moler el cereal, 8 incisivos para rasgar verduras y apenas 4 caninos. El estudio de la boca, del estómago y del hígado a la luz de la anatomía y la fisiología comprueban que la dentadura del hombre se asemeja a la dentadura de los animales herbívoros, y su sistema digestivo no está preparado para una normal digestión de la carne.

El perro, por ejemplo, posee un hígado mucho mayor, en relación a su cuerpo, que el del ser humano. Otra adaptación necesaria para una alimentación cárnica, que el hombre no posee, es la extensión respectiva de los intestinos, los cuales, según Metchnikoff demostró, es corto en los carnívoros en relación a la longitud del cuerpo y mucho más largo en los animales que se alimentan de vegetales, siendo este último caso el de los seres humanos. Los intestinos cortos de los carnívoros constituyen una protección parcial contra la absorción de toxinas de los residuos alimenticios putrefactos. En el caso de los herbívoros una longitud mayor de su intestino facilita una mejor absorción de nutrientes en los intestinos delgado y grueso. Las excreciones de los carnívoros son dificultosas, altamente putrefactas y fétidas.

Si tenemos una mirada retrospectiva sociológica y antropológica, descubrimos que el consumo de carne por el ser humano en sus orígenes se hizo con un profundo sentido del respeto. La sabiduría de los aborígenes y tribus ancestrales en su inherente relación con el medio ambiente sabían que al matar y comer un ser viviente se absorbía el espíritu y cualidades energéticas del animal, lo que ellos llamaban TOTEM, de ahí los nombres de Toro Sentado, Caballo Loco, entre otros.

Si tuviéramos en cuenta esta verdad universal “somos lo que comemos”, y lo es en el aspecto espiritual, físico, emocional y nutricional, pensaríamos más de tres veces el comer cualquier tipo de carne en los tiempos actuales. Cerdos, reses, conejos y aves, de granjas industriales o ecológicas, al fin y al cabo son carne de animales en cautiverio, muchas veces esclavizados, presas del dolor y sin libertad, alimentados en el mejor de los casos con piensos orgánicos de forma sistemática o pastando en  espacios cercados, pero que intuyen su muerte con pánico liberando en sus microscópicas células en el momento de la muerte sustancias tóxicas como la putrecina, cadaverina, ácido úrico y adrenalina (por el miedo y aversión a su intuida y prematura muerte).

En las granjas industriales de hoy en día, los animales están hacinados por miles, en sucios cobertizos sin ventanas, jaulas de alambre, jaulas de gestación y otros sistemas de confinamiento. Estos animales nunca formarán una familia, pisarán la tierra, construirán nidos o harán todo lo que para ellos es natural e importante así como lo es para nosotros.

En épocas perecederas, los animales también fueron sacrificados en ceremonias sagradas como símbolos de agradecimiento a la divinidad con la conciencia tácita del valor por la vida.

En España hasta los años 40 el consumo de carne tenía un ritmo orgánico, la matanza creaba un orden, la carne se consumía en pequeñas cantidades dosificada para todo el invierno y daba de comer a una o varias familias. De nuevo el respeto y el sentido común creaba un equilibrio.Pero poco a poco el consumo desaforado dio lugar a lo que se llamaron las enfermedades de los reyes, gota, bursitis, ácido úrico, colesterolemia, y otros que hoy afectan a 2 de cada 5 personas, sin contar con que el consumo de carne sea una de las primeras causas de desequilibrio medioambiental.

Un reciente informe de las Naciones Unidas titulado «La larga sombra del ganado» llegó a la conclusión de que comer carne «es uno de los dos o tres factores que más contribuyen a los problemas ambientales graves, a todas las escalas, desde la local a la global». El informe revela que el consumo de carne produce cerca del 40% más de gases de efecto invernadero que todos los coches, camiones, barcos y aviones en el mundo juntos.

Vivimos un momento crítico, donde es necesaria una transformación personal, social y medioambiental donde volvamos a la conciencia de que todo está interconectado.Y se refleja en un movimiento, aunque lento, pero en una dirección clara, donde diferentes grupos, dirigentes, empresarios y líderes abogan por una alimentación vegetariana.

Los pueblos antiguos que desarrollaron una alimentación sin productos cárnicos fueron pueblos más pacíficos, y aquellos donde se comió mas carne desarrollaron pueblos más materialistas y sanguinarios. “Mientras existan mataderos habrá campos de batalla” LEON TOSTOY.

Según Michio Kushi, la carne imparte una energía fuerte y breve, produciendo una energía yang extrema que se mueve hacia abajo e internamente en el cuerpo, mientras que las grasas del colesterol, los factores más yin se dirigen y acumulan hacia la periferia del cuerpo o al flujo sanguíneo.

La carne produce en general dureza, densidad, rigidez, estrechez. La carne de res muy consumida por la sociedad moderna, crea una piel gruesa, correosa, una expresión violenta, mentalidad y conductas agresivas similares a las de un toro. La carne de cerdo produce una energía fuerte y agresiva, en especial en las piernas y partes bajas del cuerpo. Comúnmente resultan actitudes alevosas, desaliño y otras actitudes porcinas. La carne de cordero crea una energía más dócil, pero también promueve una naturaleza un tanto plañidera, conformista y ovejuna. La carne de pollo agobia, ciñe y endurece el cuerpo, en especial los músculos, huesos y nervios. La parte alta de la espalda tiende a redondearse, los hombros se endurecen, mientras que su grasa se concentra alrededor de la garganta y cuello, causando probables problemas de tiroides, también problemas articulares que pueden llevar a la artritis. Un parpadeo excesivo, tics, crispaciones y otros movimientos espasmódicos acompañan frecuentemente el consumo prolongado de pollo.

Existen formas de proteína que son placenteras, nutritivas, no dejan secuelas en el planeta, en nuestra aura, en nuestros pensamientos ni en nuestro cuerpo; por ejemplo la mezcla de cereales integrales y legumbres (arroz con lentejas), seitan, tofu, tempeh.

Recetas
Brochetas de seitan con salsa de arándanos
Queso de tempeh y nueces
Tofu glaseado con gengibre

BROCHETAS DE SEITAN

(Efectos energéticos) plato muy reconstituyente especialmente para personas con desgaste físico tras realizar actividad fuerte, calmante y saciante, bueno en casos de transición al dejar de comer carne.

Ingredientes
250 gramos de seitan fresco

1 calabacín
1 ajo puerro
1 cuenco con arándonos
4 cucharadas de melaza de arroz
1 cucharada de vinagre de arroz
aceite para freír de oliva
3 dientes de ajo
shoyu
zumo de jengibre recién exprimido
4 champiñones

Elaboración:
Cortar los calabacines en lonchas gruesas.

Cortar el puerro en medias lunas grandes.
Cortar el seitan en trozos grandes y dejar macerar en 2 medidas de agua y una shoyu más el zumo de jengibre.
Armar las brochetas alternando con el calabacín, el puerro y por ultimo el champiñón

Para la salsa:
Sofreír los ajos, añadir los arándonos una pizca de sal y dejar pochar 20 minutos.
Añadir la melaza de arroz y el vinagre  y triturar.
Freír las brochetas en aceite caliente y servir con la salsa caliente por arriba.

QUESO DE TEMPHE Y NUECES

(Propiedades energéticas) Plato altamente nutritivo y proteico, tonifica la energía sexual, útil en desarreglos del aparato reproductor femenino.

Ingredientes:
1 bloque de tempeh fresco
200 gramos de nueces tostadas y troceadas
5 cucharadas de aceite de sésamo
2 cucharadas de mugí miso
1 cucharada de concentrado de manzana
1 hoja de laurel
1 cucharada de shoyu

Elaboración:
Hervir el tempeh durante 5 minutos con una hoja de laurel y el shoyu
Mezclar el tempeh con el resto de los ingredientes, triturar y llevar a un molde, dejar enfriar.

TOFU GLASEADO

(propiedades energéticas) Plato proteico, fácil de digerir, no engorda, refrescante, rico en calcio.

Ingredientes:
250gramos de tofu fresco
2 cts. de jengibre
5 cucharadas de concentrado de manzana
5 cucharadas de shoyu
Aceite para freír.

Elaboración:
Hervir el tofu durante 5 minutos con un poco de shoyu
Cortar el jengibre en trozos finos y reservar
Cortar el tofu en lonchas de ½ centímetro
Freír el tofu en aceite muy caliente por lado y lado
En una sartén mezclar el concentrado de manzana el shoyu y 5 cucharadas de agua
Añadir el jengibre y el tofu frito. Hacer hervir 3 minutos
Reducir a fuego mínimo y dar vuelta al tofu hasta que absorba el liquido.