Por Patricia Restrepo
La macrobiótica moderna está basada en las enseñanzas de Sagen Ishizuka (s. XIX), Manabu Nishibata y Shojiro Goto, maestros de George Osawa (finales del s. XIX y principios del s. XX), quien a su vez inspiró a Michio Kushi, uno de sus mayores exponenetes sin dejar de mencionar a Tomio Kikushi, Vicente Ser, Madame Rivière, Herman Aihara, Cornelia Aihara entre otros.
Michio Kushi, sin duda ha sido y es el máximo divulgador en Occidente, quien la adaptó a la época actual con su aportación de la dieta estándar o dieta tipo.
La dieta estandar con una tendencia yin o yang según la necesidad de ajuste para reequilibrar al ser que ha perdido la salud en cualquiera de sus partes, física, mental. En este caso la dieta se utiliza para depurar y desintoxicar el cuerpo de cúmulos y sustancias extrañas no útiles o asimilables que separan al individuo de él mismo. En estos casos ha de tomarse por un periodo desde 4 meses y hasta más de un año según evolución, sin la pretensión de que esta dieta tipo sea definitiva, pues partiendo de la premisa de que somos lo que comemos, el propósito no es convertirnos en una persona estandar y si, en cambio, recuperar nuestra identidad única, perseguir y realizar nuestro sueño.
En todas las disfunciones crónicas o agudas, graves o degenerativas, sida, cáncer, diabetes, enfermedades coronarias, del sistema nervioso, etc, es necesario pasar un periodo de desintoxicación de las sustancias que no constituyen el alimento para humanos.
La dieta estandar macrobiótica también es útil o incluso imprescindible por un periodo de tiempo, si queremos hacer de nuestro cuerpo un sensor sensible que sea capaz de discernir con lucidez inmediata el alimento más adecuado en cada situación, además de servirnos de punto de referencia para cuando hemos perdido el equilibrio saber como volver a él.
La macrobiótica bien entendida es un arte de vivir que no se limita a la comida.
Está viva en si misma, no obedece a tablas o reglas fijas. Te lleva a la alineación de la energía a través de un hilo conductor que te sintoniza con lo que es más efectivo en cada momento y los acontecimientos se suceden en un orden donde personas, objetos y tiempo confabulan para la realización de hechos que son provechosos no sólo para el ser que lo propicia, sino también para todos los que se sienten atraidos y lo circundan.
Desarrollando una comprensión profunda y confianza en la generosidad del proceso “es como actuar y esperar sin esperar” dejando que la vida inequívoca ajuste todos los espacios y sincronize todos los tiempos sin pretender que nuestro propósito personal a veces limitado, sea superior al propósito de la vida misma. Y a la hora de elegir el alimento como sustento orgánico que se transforma en mente y espíritu, se elije desde la actualización constante a los cambios tácitos en el ambiente.
Así pues, un menú equilibrado no sólo será suculento y nutritivo, o austero y medicinal, sino que será concebido desde el radar espontáneo ajustando siempre las carencias y compensando los excesos inherentes al medio ambiente. Descontando, desde luego, los ajustes constitucionales y condicionales.
Así por ejemplo la característica de este ciclo es de fuego, no sólo el fuego climático, sino también el fuego electrónico y vemos como el viento responde a este exceso modificando su velocidad e intensidad incluso en estaciones frías. Así la mejor forma de adaptarnos desde el alimento sería incrementando humedad y frescura.
Conocer la característica profunda y energética de cada alimento para elejir sin prejuicios en bien de un resultado integral nos hace libres. Pero ese conocimiento ha de ser un resultado de una experiencia vivida, que nos llena de sabiduría, no de una experiencia intelectual que es mecánica.
Con esto de que vivimos tiempos apocalípticos, comparto la teoría de que el planeta no se acaba, quizás se extinga una humanidad incapaz de interactuar de acuerdo a la leyes de la naturaleza y sus intempestivos cambios. Pero la macrovida continua generando vida, transformándose n el devenir constante, desarrollándose y proyectándose en el tiempo y contrayéndose y enrollándose en el espacio.