El tiempo otoñal que comienza a olerse en Septiembre, es en la naturaleza el momento del fin y el comienzo, las hojas caen, la naturaleza se concentra, el viento gira y comienza a refrescar, todo parece que toma el camino de regreso al interior, comienza a percibirse la transformación de la energía.
En Septiembre las horas de sol se acortan, las temperaturas bajan aunque aún no hace frío, y los calurosos días de verano se van despidiendo serenamente dejándonos el recuerdo más frugal en la memoria de los sabores, y así el otoño empieza a hacerse un lugar para dar paso al recogimiento y el foco.
Sin embargo, para que esta transición del verano extrovertido, expansivo, frugal, colorista, trasnochador, remojado y nocturno hacia los días más recogidos, con horarios escolares, y días con agendas programadas, se haga de forma eficaz y armoniosa, hemos de considerar algunas claves vitales, que en realidad son las que nos dicta la naturaleza en su sabiduría inherente y biológica transformando la energía del momento.
Claves para regresar del tiempo estival al tiempo otoñal
- El tiempo de verano es un tiempo caluroso donde la sabia naturaleza nos proporcionó mucha fruta jugosa con alto contenido en agua para refrescarnos.
- Reduce el consumo de fruta, come sólo aquella propia del otoño, granadas, uvas, caquis, membrillos, y algunas manzanas que empiezan a cosecharse, como veras todas estas frutas tienen la misma característica, “menos contenido en agua”.
- Las verduras del verano las podríamos clasificar más como frutas que como verduras, tomates, pimientos, berenjenas, pepinos, con la misma característica que las frutas, más contenido en agua y potasio* para refrescar y equilibrar el yang del verano.
- Las verduras hijas del tiempo otoñal, emergen con la sabiduría del suelo, las hoja llegan a su ocaso, las verduras apenas contienen agua, son pretas y necesitan el fuego para proporcionarnos el dulzor propio de esta temporada. Es el momento de empezar a tomar calabazas, coles, cebollas, algunas verduras de raíz dulces, castañas, coliflor y otras.
- Durante el verano, los gazpachos, licuados, ensaladillas y ensaladas, mezcladas con hierbas frescas, menta, cilantro, albahaca, vinagres y limón le imprimían a nuestros platos frescor y expansión.
- Durante el tiempo otoñal es el momento de cocinar estofados, cocciones más largas, tipo nishime y potajes de legumbres, vapor y cocciones que permitan estabilizar el sabor dulce y llevar paulatinamente el calor hacia el interior.
El propósito también es asentar los pies en la tierra, recuperar el foco después del verano donde la energía estaba totalmente proyectada al exterior, al disfrute y la expansión. Si seguimos comiendo de la misma forma que lo hacíamos en verano, especialmente los niños sufren por la incapacidad de adaptarse al cole, sus mentes están dispersas y sin capacidad de concentración.
Para comprender este fenómeno os propongo la analogía de la esponja
En verano somos como una esponja empapada en agua, cuando llega el otoño el frío contrae esta esponja y todo el líquido contenido sale al exterior, por esta razón es la época en la que hay más resfriados y problemas relacionados con el aparato respiratorio e intestinal. Pues si hemos abusado de muchos líquidos, bebidas frías, más fruta en proporción y desequilibrio con respecto a otros alimentos como legumbres, cereales, verduras, algas, semillas y frutos secos, entonces nuestro organismo tendrá un exceso de líquido frío, que luego durante el tiempo otoñal e invierno se convierte en cúmulos y moco. Recuerda que no enfermamos por lo que comemos, enfermamos por lo que no podemos eliminar.
Según el libro Clásico del Emperador Amarillo, en los tres meses de otoño, todos los seres de la naturaleza llegan a la madurez, el clima y la energía del cielo se enfría, el viento comienza a agitarse. Es el punto de cambio donde el YANG o activo (verano) se gira y se transforma en su opuesto, YIN o pasivo.
“Se recomienda ir a la cama con la puesta del sol y levantarse después de que nace el sol. Es muy importante mantenerse en calma y en paz, evitar la depresión, para que la transición se haga de manera suave hacia el invierno. El espíritu y la energía deben mantenerse focalizados y concentrados. La energía del pulmón, llena, limpia y en calma”. — Neijing.
Las 5 transformaciones de energía
De acuerdo a la tradición oriental, el movimiento constante del universo obedece a un patrón cíclico repetitivo, fácilmente observable en la sucesión de las fases del día y de las estaciones del año.
Para cada ciclo fueron definidas 5 fases, correspondientes a 5 transformaciones energéticas o tipos de energía, que hacen así más perceptible la forma como el cambio se expresa durante un ciclo completo. Estas fases fueron designadas como, energía flotante, ascendente, activa, descendente y de reunión o fusión. A cada una de las fases se corresponde una estación del año (invierno, primavera, verano, verano tardío y otoño respectivamente). Una fase del día, así como otros aspectos existentes en la naturaleza, como son los colores, sabores, sonidos etc. Simbólicamente, son, en su orden, designados como agua, árbol, fuego tierra y metal.
En algunos escritos los encontramos designados como “elementos”, lo que es una interpretación equivocada, pues justamente es el dinamismo lo que caracteriza a estos ciclos siempre cambiantes, por esto les llamamos en macrobiótica “las cinco transformaciones de la energía”, y a cada ciclo le llamamos transformación.
La transformación tierra
Según esta teoría de las cinco transformaciones, la transformación tierra corresponde al verano tardío, o fin del verano, o veranillo Indio.
La transformación tierra se asocia a los órganos estómago, bazo, páncreas nutridos por el sabor dulce, y se asocia a la capacidad de nutrirnos y de nutrir. Cuando estamos bien nutridos tenemos certezas y creemos en lo que hacemos, nos ocupamos de nuestros proyectos y creaciones. Cuando los órganos de tierra están en desequilibrio, nos preocupamos en exceso en vez de ocuparnos, miramos los proyectos de los otros con un aire de envidia e inseguridad, y nos desconectamos de los ciclos naturales de la vida.
El estómago, bazo y páncreas son órganos con funciones claramente administrativas, digestivas, inmunitarias, de asimilación y discernimiento, estos órganos son nutridos por las verduras dulces y en general por el sabor dulce natural de las verduras redondas, como calabazas, cebollas, coles, coles de Bruselas, coliflor, castañas, guisantes secos y otros.
También entran en juego los cereales como el mijo, un cereal que ayuda a mejorar todos los desordenes del estómago y el bazo, que genera foco, concentración, facilita el regreso al cole, es conocido como el cereal que favorece las actividades intelectuales.
Otros alimentos que tonifican y nutren estos órganos son por ejemplo las algas arame, los garbanzos, los azukis cocinados con calabaza, las castañas pilongas o castañas que se secan de un año para otro.
El sabor dulce en las transformaciones de energía
El sabor dulce natural nutre estos órganos, es el sabor de la fruta seca, de la calabaza cocida, de las verduras redondas reducidas o estofadas, de los cereales integrales en grano, sin embargo el sabor dulce que deviene del azúcar simple en cualquiera de sus formas, los líquidos azucarados y los cereales refinados, perjudican determinantemente las funciones digestivas, el sistema inmunológico y desestabilizan el equilibrio de los azúcares en sangre. A nivel emocional y mental nos afectan potenciando el victimismo, la envidia, las relaciones dependientes, la inseguridad, las dudas, la falta de empatía, la falta de concentración, la mente dispersa y angustiada, los ataques de pánico y las crisis de ansiedad.
En la cocina todo lo que son cocciones que invitan a rescatar el sabor dulce y concentrarlo, las cocciones que llevan calor al interior, la cocina con la energía descendente, la cocina que se inspira en la compota de manzanas o el membrillo, en la reducción de la calabaza estofada o al horno, en las zanahorias al vapor, en los estofados de legumbres hechos en la olla a presión combinados con verduras cosechadas en esta época, en la redondez de las coles de Bruselas, en las cremas de calabaza o coliflor o cebollas, en los estofados de verduras con algas arame, y si los queremos con una intención más profunda y medicinal, la cocción nishime o la sopa de verduras dulces con mijo, un clásico que reanima y equilibra en todos los aspectos.